miércoles, 22 de octubre de 2008

Infierno tropical...

Después de dos semanas de picores, por fin he logrado desenmascarar al enemigo. Son legión. La hormiga roja es pequeña pero mordaz. Hace unos días me atacó nuevamente, decorándome la entrepierna con ronchas e hinchazones. Descubrí una civilización entera en mi cuarto de baño, con autopistas dirigidas a la repisa de mi ventana, a mi armario y a mi colchón...

Afortunadamente, tropas alemanas acudieron rápidamente a mi grito de alarma. Nora ya es experta en gasear hormigas y todo animal que se desplace con seis o más patas. Holocausto hormiguil. Otra batalla ganada, pero la paz en los trópicos es sólo una efímera tregua.

Ahora nos enfrentamos a un nuevo enemigo, mucho mál difícil de controlar que el anterior. El monzón volvió a empezar hace dos semanas. Llueve intensamente durante la mayor parte del día y de la noche. La humedad ambiental, que normalmente oscila entre el 70 y 80% en estas latitudes, ayer alcanzó el 94%.

Fue Nora la primera en darse cuenta de lo que se nos venía encima. Un velo blanco y aterciopelado había envuelto su collar de madera. Moho. Intentamos salvar la gargantilla, pero en vano. Las esporas se reproducen a una velocidad vertiginosa y apenas las limpias, reaparecen.

El moho ha empezado a extenderse por nuestras preciosas persianas de bambú, instaladas hace tan sólo una semana. También se está comiendo nuestra ropa. Observamos su formación hasta en la superficie de muebles barnizados. Incluso encontré motas blancas y velludas en mi equipo electrónico - mi memoria externa está empezando a germinar, pronto podré disfrutar de un improvisado jardín vertical sobre mi escritorio...

A parte de los ardores, picazones y aire insalubre, todo bien. Por supuesto, la lluvia no contribuye al progreso de las obras. Las paredes, desgraciadamente, no se reproducen por esporas. Eso sí, llevamos dos semanas sin festejos - claro que eso se solucionó ayer con la convocatoria de otra huelga general de transportes. Así que todos en casa, felices y a buen cobijo, disfrutando del espíritu dominical entre semana...

Pese a todos mis males, aún me maravillo de la belleza que me rodea. A través de mis enmohecidas persianas, contemplo un escenario verde de cocoteros. Vacas y cabras se deleitan con un banquete de hierba húmeda. Gotas de lluvia plácidamente salpican la superficie plateada del lago. Suspiro desconsolada.

Desconfiad de la publicidad engañosa: quien nos vendió una imagen bananera del paraíso, nunca vivió en los trópicos...

domingo, 12 de octubre de 2008

Durga Pooja

Esta semana, tuvimos dos días de paro festivo en honor a la diosa Durga Devi. La curiosidad me llevó hasta el templo "Poojapura", alrededor del cual se concentraban las principales atracciones del festival - un espectáculo singular, donde lo más impactante es ese exacerbado contraste, tan típicamente indio, entre lo cándido y brutal, lo razonable y desquiciado.

Hombres de todas las edades caminaban en trance, sus bocas atravesadas por lanzas y tridentes. Algunos desfilaban con una expresión a medio camino entre la serenidad y la altivez, desvinculados de la realidad circundante. Otros practicaban extrañas danzas, animados por el ritmo de los bombos y los vítores de sus acompañantes. La mayoría avanzaba a rastras, víctimas del calor y agotamiento más absoluto, rozando el desmayo a cada paso.

De vuelta al campus, indagué sobre el significado de este ritual. Nadie supo explicarme el porqué de este desfile de mártires y mutilados. La wikipedia tampoco me ha arrojado demasiadas luces, aunque la leyenda de la diosa Durga me ha permitido hacerme mis conjeturas.

Os dejo con esta leyenda y fotos de la celebración - que cada cuál se monte sus propias teorías ;o)

Leyenda de la diosa Durga Devi

Se cuenta que la diosa Durga es extremadamente bella, con tres ojos en forma de loto, diez poderosas manos, una larga y ondulada cabellera de ébano, tez dorada y un cuarto de luna en la frente. Su manto es del color del océano, con ornamentos de oro y piedras preciosas. Durga es una diosa guerrera y exhibe las armas más poderosas de los demás dioses. Rudra le cedió su tridente; Vishnu, su disco; Indra, su rayo; Brahma, su "kamandalu"; Himalaya , su feroz león.

Entre los días octavo y noveno de luna creciente, la diosa fue atacada por los gemelos Chanda y Munda. Su rostro se volvió azul por la cólera y la diosa Chamunda emanó de su tercer ojo. Es su forma más poderosa, con tres ojos rojos, lengua sangrienta y piel oscura. Con su espada mató a los dos demonios. El décimo día de luna creciente, Durga también acabó con la vida de Mahishasura, atravesándolo con su tridente.

Fotos tomadas durante la procesión de Durga Pooja,
el jueves 9 de o
ctubre:


jueves, 9 de octubre de 2008

El enemigo

Quisiera fotografiarlo, verle la cara, desenmascarar su identidad.

Se han barajado varios nombres. "Pulgas", pronunció Nora. "Arañas", afirmó Rose con ánimo de sentar cátedra. El más común de los mosquitos quedó unánimamente descartado. En eso logramos consenso, por lo demás seguimos sin saber con qué ácaro nos vemos ahora enfrentadas.

Cuanto más pequeño el enemigo, más tenaz y temible. Me he adaptado rápidamente a la convivencia con los arácnidos de proporciones descomunales. Mi teoría es que mientras el bicho y yo seamos mútuamente capaces de ubicarnos espacialmente, ambos pondremos de nuestra parte por no interferir en nuestros respectivos caminos.

Mucho menos idílica es mi relación con las hormigas. Al principio, me gustaba dejar un rastro de comida en mi escritorio para observar su organizado y diligente empeño logístico, la movilización estratégica de sus hordas. Incluso llegué a pensar en la posibilidad de una convivencia armónica, basada en un pacto de cordial y beneficiosa reciprocidad: yo les procuro el alimento y ustedes me dejan la mesa limpia como una patena. El acuerdo me funcionó durante un par de meses, mientras ocupaba una habitación en casa de Paul y Sabriye. Pero nuestro traslado al campus marcó el final de una era pacífica. Una plaga de minúsculas hormigas tomó posesión de todos nuestros enseres, perforando envases de celofán, cobijándose en las costuras de los colchones, anidando bajo el teclado de nuestros portátiles. Quise negociar una tregua amistosa, pero en vano. Nora, que no tiene paciencia para mis tonterías, llegó con su arsenal de armas químicas y en una sola noche les ganó la guerra.

Otra cosa son los mosquitos, para los que no tengo tanta compasión. Si se conformasen con chuparme la sangre, aún podría tolerarlos. Pero mi misericordia no alcanza a perdonar las noches en vela y los días de urticaria. Por ahora me defiendo con repelentes químicos, hasta que consiga agenciarme una buena mosquitera para mi cama.

Pero para el presente e invisible enemigo, todavía no tengo estrategia de combate. Esta noche casi no he pegado ojo, no tanto por el picor cuanto por el dolor de las picaduras. Siguen la línea de mi ropa interior, en el pliegue izquierdo de la ingle. Tras una minuciosa inspección de la zona afectada, he logrado autoconvencerme de que no tengo ladillas (aunque casi las prefiero al desconocimiento de lo que me está atacando). La inflamación me ha dejado la piel como una guindilla. Roja, ardiente y dura. Varias veces me he levantado para aplicarme crema, pero el frescor sólo me alivia durante un par de minutos. Hielo es lo que necesito, pero de momento no lo tengo a mi alcance.

No hay mal que por bien no venga. De mi pequeña desventura, he aprendido que vamos a necesitar un botiquín nutrido de ungüentos. También se me antoja necesario recibir un training en primeros auxilios y enfermedades tropicales.

Hipocondríaca, ¿yo? Noooo, qué va...

miércoles, 8 de octubre de 2008

La leche...

Lluvia, sudor y lágrimas. Mucha agua ha corrido desde mi último post, aunque muy poca caída del cielo. En las tres semanas que llevo sin escribir, nos ha llovido una sola vez. Memorable chaparrón que vino a aguarme la fiesta de cumpleaños, el pasado 20 de septiembre.

Sobra explicaros que hemos pasado (y seguimos pasando) muchísimo calor, sobre todo durante los parones eléctricos cada vez más frecuentes y largos. Nuestra conexión internet también empeoró drásticamente tras mudarnos al campus, el 18 de septiembre. La señal se hizo más débil y la velocidad de transmisión llegó a medirse en octetos (bytes) por segundo. Para que os hagáis una idea: hacía clic en un email y después de una hora, todavía no se había abierto. Teóricamente, me podría haber ido a Goa, pasarme el día tirada en una hamaca y regresar al campus tras quedar como una gamba... y probablemente me hubiese encontrado con que hotmail todavía se lo estaba pensando (un día de estos igual llevo a la práctica mi experimento y, si bien no resuelvo el problema, por lo menos me pongo morena).

Irónicamente, al tiempo que nuestra conexión se hacía inexorablemente lenta, nuestro contrato pasó de tarifa plana a cobrarnos por minuto. Nefasta combinación.

Bueno, poco a poco las cosas van mejorando. Hemos contratado un nuevo módem con el que volvemos a gozar de tarifa plana por dos meses, mientras rezamos por la obtención de banda ancha.

La obra va avanzando, aunque las cosas sólo se muevan a base de empujones. Para no romper con la sana costumbre, ahora mismo estamos de paro festivo por dos días (celebración del "Pooja", en honor a la diosa Durga Devi).

También vamos logrando progresos con el currículum académico. La semana pasada tuvimos un seminario intensivo de tres días, tremendamente productivo. Ahora mismo estoy enfrascada en la preparación de un taller sobre diversidad cultural. Hace tiempo que vengo fantaseando con la idea de especializarme en este tema, así que esta oportunidad me viene que ni pintada.

Pero la mejor noticia en lo que llevamos de mes, sin lugar a dudas, ha sido la ampliación de nuestro equipo con dos miembros clave. Benditos sean los señores Pillai y Nair, que han llegado a tiempo para levantar la moral de nuestras tropas con sus artes culinarias (a ver si consigo reponer un par de kilos antes de mi llegada a España).



El uno de octubre tomaron posesión de su cargo con un pequeño acto inauguratorio. Antes de estrenar cocina es tradición proceder a la ceremonia del "milk warming" o "calentamiento lechero". Se trata de hervir leche en un cazo hasta lograr su desbordamiento.

Aunque os suene a guasa, éste es un rito de lo más solemne. A las diez de la mañana nos congregamos en la cocina para proceder al derramamiento de la leche hervida. Sabriye, ama suprema de la casa, fue responsable de prender el fuego. Nora y yo nos encargamos del reportaje fotográfico, testimonio gráfico importantísimo para dar fe de nuestro fiel cumplimiento de la ley ante los dioses más desconfiados.

Ceremonia de la leche, fotos tomadas el jueves 1 de octubre: