domingo, 31 de enero de 2010

Decálogo 2010

Técnicamente, aún estamos a tiempo para las resoluciones de año nuevo. Además, en el 2009 formulé mi decálogo en abril, con lo que hacerlo el 31 de enero, ¡ya es mucho progreso!

Pero primero toca echarle un vistazo al año pasado y hacer balance. Como ya dije en mi anterior post, el 2009 fue un año más malo que malo. Vamos, que la pérfida Ángela Channing del Falcon Crest se le queda corta. Claro que hasta los más malvados tienen su corazoncito, con lo que el 2009 no sólo me trajo un montón de frustraciones, derrotas y sinsabores. También la suerte me sonrió con grandes y hermosas sorpresas, amistades fuertes y curtidas por las desilusiones compartidas , y una felicidad de última hora tan merecida cuan inesperada.

Con todo, he conseguido cumplir más de una promesa.

De mis lecturas: cumplí con mi primer mandamiento (fue fácil), pero quedó pendiente mi tercero (aún estoy a tiempo de remediar).

Lo de mantener vivo el blog me resultó imposible. Pasé de mis "post-its" de agosto al cero más absoluto, lo cual no es todo lo malo que parece. Le quité tiempo al blog para regarlármelo a mi misma: horas que sirvieron para amar, reír y descansar. Escribir está muy bien, pero vivir es inmensamente mejor.

Cumplí con mi cuarto: "Poner toda mi energía y corazón en este trabajo que me apasiona". Hay que poner mucho cuidado con lo que se desea.

Y con mi quinto, también. Desafiando los dictámenes de la cordura, llegué hasta el final sin tirar la toalla. Ni por un segundo.

Con mis compromisos cafeteros, cumplí como una campeona: cayó un bombón en Castellón y una "noisette" en París.

Estoy segura de que no cuidé de mis verdaderos amigos cuanto se merecían.

En lo de cortar por lo sano pongo todo mi esmero cada día. Y me cuesta, me cuesta. No sé yo si algún día me sacaré esta asignatura.

No sé si llegué a aprender algo cada día, pues no siempre supe saborear mi tiempo, degustar la esencia de cada momento. No supe encontrar equilibrio. Tan devota fui de mis obligaciones laborales que a menudo se me olvidó vivir. Me di cuenta demasiado tarde, ojeando álbumes ajenos en cuyas fotografías casi nunca figuro. Me perdí muchos momentos valiosos, únicos e irrepetibles, a cambio de poco. Pero algo aprendí, de lo que hoy estoy segura.

Y a la luz de lo aprendido, veamos qué peras le pido al olmo este año. Allá va mi nuevo decálogo.

1. Volver a la India.

2. Seguir mi corazón, sin perder la cabeza.

3. Terminar este blog. Puede que empiece otro, aunque no lo prometo. Creo que este año mi escritura será más íntima y privada.

4. Vivir en el presente, con la mirada al frente. Porque algunos pasos hay que darlos con todas sus consecuencias, dejando atrás otros caminos. Creo que ya está bien de tanto andar cangrejeando por la vida, avanzando de costado y acumulando un lastre de nostalgias.

5. Tomarme un café con mi Principito, aunque no sepa ni cómo, ni dónde, ni cuándo. Difícil lo tengo por la distancia, pero el deseo no falta.

6. Tomarme un chai con David. Y de paso conocer a la segunda promoción del IISE.

7. Leer más y más de todo.

8. Dar a cada uno lo suyo.

9. Encender una vela todas las noches, porque los rituales íntimos son los más importantes.

10. Mi último es un secreto, porque tanto la vida como el amor tienen sus misterios.