miércoles, 20 de octubre de 2010

Happy Hippy Hampi!

Dice un refrán inglés que si quieres un trabajo hecho, mejor se lo des a una persona ajetreada (o algo así): "if you want something doing, give it to a busy man". Mal que me pese, he de darle la razón a los ingleses.

El año pasado, me quejaba de trabajar a estajo y de no tener ni medio segundo para mí misma. Parece que estoy destinada a vivir en los extremos: este año viene a ser la antítesis del 2009. Nunca en la vida había tenido más tiempo libre que ahora, ni me había visto más improductiva. Sólo trabajo tres mañanas a la semana: eso cuando no me cancelan mis clases por algún acontecimiento extraordinario. El elenco de justificaciones para saltarse clase es infinito: un acontecimiento deportivo, una inspección general de dormitorios, una competición inter escolar y extra curricular, unos ensayos generales, el cumpleaños de alguna Deidad hindú...  En fin, cualquier excusa es buena para no pegar golpe.

Sin ir más lejos, echémosle un vistazo a mi agenda del último mes: o sea, desde mi cumpleaños hasta hoy (Dios, cómo pasa el tiempo). El 23 de septiembre di mis últimas clases, porque a partir del 24 mis alumnos estaban de exámenes parciales por dos semanas. Bueno, miento: di seis clases en las últimas tres semanas, ya que mis alumnos de bachillerato no tienen parciales hasta el 25 de octubre. Nada más terminar los parciales, todos los alumnos se fueron de excursión campestre durante cuatro días. Y nada más volver, estuvieron de vacaciones por la festividad de Dushera. Así que las clases no se reiniciaron hasta este martes, 19 de octubre. Claro que como yo sólo trabajo los lunes, jueves y viernes, todavía sigo ociosa. Mañana se me acaba el chollo y, aunque estoy deseando volver al cole, igual se me hace cuesta arriba tener que dar seis clases consecutivas. Me va a dar algo: ¡el equivalente a la carga laboral de todo un mes en un solo día! Menos mal que dentro de dos semanas vuelvo a descansar. No es broma:  las vacaciones de Diwali están a la vuelta de la esquina. Después, otras tres semanas de clases y otro "descansito": nada, un mes y medio no más, cuestión de celebrar la Noche Buena y reponerse de la Vieja.

Sarcasmos aparte, la mayor ironía es que con todo este tiempo libre que tengo entre manos, llevo un mes sin subir un post, tengo un Everest de correo pendiente y, por supuesto, la casa sin barrer. De verdad, no sé dónde se me van las horas. Ahora comprendo por qué los jubilados no tienen tiempo para nada.

Mientras mis alumnos se iban de excursión, decidí que para mí también había llegado la hora de romper con la monotonía del "non-far-niente". Con Amjad y un par de mochilas, me fui a pasar cinco días en un paraíso natural y arqueológico llamado Hampi.

Hampi se encuentra en el estado de Karnataka, a 353 kilómetros de la capital, Bangalore (se encuentra algo más cerca de Goa, por lo que la mayoría de turistas, mayoritariamente israelíes, proceden de allí). Nosotros llegamos en tren, a la estación de la ciudad vecina de Hospet, tras unas 15 horas de viaje desde Bangalore (obviamente, no era un expreso). El billete de ida y vuelta sale por unas 300 rupias en "sleeper class" (no llega a cinco euros). Desde Hospet, caminamos un kilómetro para llegar a la estación de autobuses. El bus cuesta 13 rupias y tarda media hora en dejarte en pleno centro del Hampi Bazaar.
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El bazar está a las puertas de las ruinas y ofrece muchos albergues y restaurantes. Los albergues son de lo más básicos y no están demasiado limpios. Otra desventaja de alojarse en el bazar es que tienes que convivir  con el ruido y con el fragrante estiercol de vaca. Nosotros sólo hicimos una noche en el pueblo, en la Gopi Guest House (300 rupias por una habitación doble). Al otro lado del río, se encuentran los mejores alojamientos y las mejores vistas. Recomendamos Shanti Guest House por su relajado ambiente y sus deliciosas pizzas. El pequeño restaurante al borde de los arrozales es de lo más apacible, sobre todo por la noche, cuando sólo se oyen los grillos y el murmullo del agua (eso, cuando los israelíes se callan). Los precios de las habitaciones y bungalows son negociables: la página web pone que las habitaciones cuestan 600 rupias y los bungalows, 1200. Al final, nos ofrecieron el bungalow por 800 rupias y las habitaciones por 300 (sin vistas) o 400 rupias. Nos decantamos por el término medio: es lo que tiene trabajar a tiempo parcial, que no se gana para bungalows. Pero no me pesa, porque la habitación estaba muy bien, con tumbona y todo.


El único inconveniente es que para acceder a la guest house tienes que cruzar el río y  eso sólo se puede hacer por barca (15 rupias por persona). El servicio se termina a las 18:30. Para cruzar por tierra, el puente queda a 50 kilómetros.
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Vistas desde las dos orillas

Las ruinas de Vijayanagara, la capital del antiguo imperio, son muy interesantes y se pueden visitar tranquilamente en dos días. Puedes alquilar bicicletas por 40 rupias para todo el día, o bien  contratar un rickshaw (350 rupias por media jornada). Casi todos los templos se pueden visitar gratuitamente (yo siempre hablando de la pela, ¿eh?), salvo el templo del Loto, el establo de los elefantes y el templo Vitalla. Los indios pagan 10 rupias por entrar y los extranjeros, ya sean turistas o no, pagan 25 veces más. Ojo: el templo de Vitalla no está en el mismo recinto que el del Loto y el establo de los elefantes, pero puedes visitarlos en el mismo día pagando una sola entrada: si no, te toca volver a pagar, como les pasó a dos despistados que yo me sé...
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Con esto y unas fotos, os dejo por hoy: ¡que ya va siendo hora de barrer la casa!