sábado, 10 de diciembre de 2011

¡A cien!

¿Qué digo a cien? Ahora mismo estoy carburando a doscientos por hora como poco: parece imposible, pero no lo es. Incluso a las profesoras de ELE en colegios internacionales pijos de la India, algún día nos toca poner las carnes sobre el asador. Por lo que a mí respecta, ese día llega puntualmente todos los años a mediados de diciembre. El próximo sábado (¡Dios, ya solo queda una semana!) mi colegio se vestirá de gala y punto en blanco para celebrar su "Annual Day" que, por si el nombre no os lo hubiese dejado bien claro, es el día más pomposo de todo el año. 

Prepararse para tan magno evento supone darlo todo, sabiendo que todo es poco. Este es el espíritu con el que llevo toda la semana (y parte de la pasada) acostándome a las dos de la mañana y despertándome a las seis y veinte, saltándome los horarios de las comidas e ignorando mis doloridas lumbares. En mis ratos libres, diseño, descargo, imprimo, recorto, pego, pinto, coloreo. En clase, intento poner orden y concierto dentro del caos y griterío que siempre generan las actividades creativas entre mis alumnos más jóvenes. 

A todo esto, se me juntan: la preparación de las clases (aunque a estas alturas, alguna que otra ya he tenido que improvisar con mayor o menor acierto), la corrección de exámenes y deberes (que siempre se entregan con retraso y como en Fuenteovejuna, todos a una), la casa que se me cae encima y que toca poner mona porque pronto (­¡Dios, cuatro días!) recibirá una visita muy, muy, pero que muy importante (¡mamá!) y una agenda social con la que no contaba el año pasado y de la que no me quejo, ojo. 

Hace dos semanas tuvimos paella en casa de Ignaci (en la que, por cierto, conocí a cuatro españoles más y aprendí que nuestra pequeña comunidad hispana en Bangalore debe de oscilar los cincuenta: qué bien, ¡todo un mundo de posibilidades por explorar!), la semana pasada invité a mis Anas a cenar y dormir en casa (esto habrá que repetirlo cuando ya ande más tranquila) y mañana quedamos toda la peña para cenar, aprovechando que este fin de semana ha vuelto a Bangalore el mercadillo de la Fundación Vicente Ferrer. 

Y con tanto trajín, aún voy y me pongo a escribir en el blog. Esto viene a demostrar la certeza irrefutable de mi teoría: que no hay como estar ocupado para ser productivo. Y vice-versa: cuanto menos tienes que hacer, menos haces, porque en toda la semana de vacaciones que tuve a mediados de noviembre (sí, sí, apenas dos semanas después del mes de vacaciones de Diwali), no fui capaz de subir ni un solo post. Siguen pendientes mis retrospectivos relatos sobre Sri Lanka: y ahora sí, puedo prometer y prometo que NO se escribirán hasta el año que viene (como pronto).

Foto retrospectiva: Annual Day 2010, con mi alumno Aman.

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