sábado, 25 de febrero de 2012

El Noticiero

En realidad, no tengo grandes novedades. Lo cual en parte explica mi silencio del último par de semanas. La otra parte es que he estado súper ocupada (de hecho, lo sigo estando). Así que si esta fuese una gaceta sensacionalista, hoy su portada rezaría:
.
¡Se me echan encima las vacaciones!  

Y estas serían las noticias:
.
Reunión anual de SAIBSA en Mumbai

Por segunda vez desde que empecé a trabajar como profesora de español, mi colegio me ha enviado al encuentro anual de profesores de bachillerato internacional de la región surasiática, que se ha vuelto a celebrar en Mumbai este año. 

Profes de excursión

Como siempre, la odisea ha sido agotadora pero interesante. Pensé que iba a ser algo más agradable que la edición anterior, pero no: ¿cómo pude ser tan ingénua? Cuando el coordinador nos anunció que íbamos a alojarnos en el "Four Seasons" casi me caigo de la silla. Mi mente se llenó de imágenes de una vida pasada, cuando Microsoft me mandaba de viaje de negocios por el mundo, siempre en clase turista, pero con reserva en los mejores hoteles. Fue así como logré alojarme en los dos hoteles del "Four Seasons" en El Cairo: suelos de mármol, piscina en el ático, gimnasio, spa, habitaciones de ensueño...

En fin, que llegué a Mumbai con expectativas muy poco realistas y me llevé, como de costumbre, una experiencia surrealista. Nada más llegar al hotel, supe que no estaba en el "Four Seasons", sino en el "Off Seasons". Mi primera impresión quedó confirmada en cuanto el recepcionista nos anunció, todo tranquilo él, que no tenían habitaciones disponibles (a pesar de habernos confirmado la reserva la víspera). Contrariamente a lo que se podría esperar de una situación así, no cundió el pánico. Ya estamos todos más que acostumbrados a que las cosas salgan torcidas, así que nos fuimos a compartir habitación en una pensión vecina y una servidora durmió como en casa, en un colchón sobre el suelo. Al final, todo quedó en una anécdota divertida y mis compañeras me enseñaron una nueva frase en hindi, que viene a pronunciarse "nikamó, bahat bari afat!" y a significar "banda de inútiles, ¡tenemos un problema!"
.
Problemas aparte, la reunión fue productiva e interesante: un gran intercambio de ideas y de recursos, que me sirvieron de empuje e inspiración. Así que he vuelto de Mumbai de lo más creativa, lo que me lleva a mi segunda noticia.
.
­¡Nuevo blog! 

Como si no tuviese bastante con las clases, las correcciones y los exámenes, me he puesto a escribir un nuevo blog. Si en el último par de semanas este no vio movimiento alguno, en aquel ya he publicado 23 entradas. Probablemente no sean muy apasionantes para este público lector (hola mamá), pero por si acaso me leen algunos profesores de español (hola Ana), aquí tenéis el enlace. Se trata de un blog para aprender español, con el que espero motivar a mis alumnos. Lo empecé con muchas ganas, sin imaginarme lo que se me venía encima: y es que un tema lleva a otro y esto parece la historia interminable. Con más de veinte posts, todavía no he cubierto ni una quinta parte de la primera unidad de mi libro de texto. Pa morirse.

Próximamente: Little Spain!  

Llevo trabajando desde estas navidades en un mini proyecto personal que he bautizado como "Little Spain" (en realidad, el nombre se le ocurrió a un alumno mío) y que consiste en organizar acampadas de fin de semana para chicos y chicas que están empezando a aprender español. La idea nació de mi frustración ante la carencia de actividades extraescolares para mis alumnos: y es que solo hay un Instituto Cervantes en la India, que me pilla bastante lejos, en Delhi. 

Ya tengo negociado un sitio chulísimo (gracias a Amjad) a dos horitas de Bangalore, apalabrada mi asociación con el IFLaC (que me ofrece su marca y se ocupará del márketing) y, desde la semana pasada, finalizada toda la programación y el presupuesto. Ya solo me queda preparar los materiales, en su mayoría audiovisuales, para lo que cuento con el apoyo de mi madre, de su grupo de teatro y (espero) de mi mejor amigo (hola Víctor). También hará falta que en el IFLaC se pongan las pilas y empiecen a promocionar el producto. Toco madera para que podamos hacer la primera acampada en junio (de este año, por favor).
.
El sitio de las acampadas


Especial Marujas

Con tanto ajetreo, todavía he sacado tiempo para repostería y más actividades marujiles. Aprovechando que tenía fiesta el pasado lunes, en honor al dios Shiva, invité a casa a mis Anas. Dejo que os lo cuente Anaí


Nuestra tarta

Nuevo miembro en la familia

Por poco se me olvida compartir mi momento tierno de la semana. Hay un bebé en mi vida y Amjad no es su padre. Se trata de un retoño de ardilla de apenas cinco semanas, que mis alumnos han encontrado y disimulado clandestinamente en su dormitorio. Compartiendo mi experiencia en el rescate y cuidado de estos animalitos, les he regalado a los chicos un bote de Vanilla Ensure (para alimentar a la criatura), unas pastillas de calcio y una tonelada de recomendaciones. De momento, Ginni sigue bien.

Tejas y Ginni

Con todo esto, no me queda tiempo para casi nada. A las puertas de marzo y con las vacaciones (dos meses, je je) a la vuelta de la esquina, me pregunto cómo voy a cumplir mis propósitos. Aunque Anaí me mate por decir semejante blasfemia, de verdad que a veces siento que se me echan encima las vacaciones... 

viernes, 3 de febrero de 2012

La journée des hamburgers

Los de francés no podían ser menos: como el sábado saqué a mis alumnos de fiesta y hamburguesas, los de la clase de francés hicieron presión para que les llevasen de excursión a ellos también. Todo sea por la "liberté", "égalité" y "fraternité": el martes le tocó a Seema (mi amiga y profesora de francés) movilizar a sus cuarenta alumnos. 

Fueron primero a la Alianza Francesa para ver una buena peli (en eso me dan envidia: yo no consigo dar con ninguna película decente en español y conste que por "decente" no entiendo interesante ni entretenida, sino simplemente libre de obscenidades) y después, cómo no, ¡derechitos al "MacDo"!

Lo malo fue la vuelta al cole: a estos pobres filibusteros les cayó encima todo el peso de la ley. Tuvieron chequeo exhaustivo a la entrada y fueron requisadas nada más ni nada menos que (esto no os lo vais a poder creer) ¡150 hamburguesas! Vamos, que los del McDonalds hicieron la caja del siglo: se calcula que los críos se dejaron unas 15.000 rupias en big macs (dinero negro negrísimo, por supuesto). Y no es que cada alumno llevase tres o cuatro hamburguesas repartiditas entre bolsillos y mochila. No, no, no: de las 150 hamburguesas, una tercera parte fue descubierta ¡en una sola mochila! Lo más seguro es que fuesen todo encargos (pobre chaval).

El rector se puso furioso y los tachó a todos de "criminales" (tal cual), para más inri reincidentes (el año pasado, les pasó lo mismo a los desdichados). Pero lo más jocoso del asunto es que mis alumnos han quedado como modelos ejemplares de obediencia, impar dechado de virtudes y perfecciones (ejem): "¿Por qué no podéis ser disciplinados y agradecidos como los alumnos de español, que volvieron al colegio sin cometer delitos de estraperlo?"

Conociendo el percal como lo conocemos, no me cabe la menor duda de que la única diferencia entre unos y otros alumnos es la bendita potra de los míos. Pero lejos de mí sacar a nadie de su engaño: para una vez que salimos mejor parados que los franceses...



PD: Por cierto, mañana me esperan más hamburguesas. Esta vez me llevo a mis alumnos de undécimo (estos, en la flor de la adolescencia) a un restaurante de verdad. A ver cómo se portan.

PPD: Apostilla del sábado por la noche, después del restaurante: hoy mis alumnos me han actualizado sobre el desenlace final de la tragedia gala. El botín de las hamburguesas fue a parar a los comedores de dos orfanatos vecinos. Así que, como dirían los franceses: "tout est bien qui finit bien" (lo que bien acaba, bien está).

miércoles, 1 de febrero de 2012

El día de las hamburguesas

No sé si alguna vez os comenté que mi colegio es un internado para chicos. Como  cualquier internado, especialmente en este país, su reglamento rebosa de prohibiciones (no se puede tener comida en las habitaciones, no se puede tener dinero, no se puede tener móvil, no se puede entrar en el Facebook, etc.) que se añaden a otras tantas restricciones inherentes a su filosofía (no se admiten chicas y no se puede comer ni carne, ni pescado, ni huevos). Pero bien sabido es que dondequiera que alguien imponga una regla, siempre habrá algún listillo que se las ingenie para saltársela. En este sentido, mis niños son puros saltamontes

Sus oportunidades para el desmadre son pocas, pero ¡ay! como se les presente un pequeño resquicio para la desobediencia, allá que se lanzan todos. Y ese resquicio fue mi excursión del sábado pasado. El centro IFLaC (en el que trabajan mis amigas, las Anas) organizaba una "fiesta española" para niños y tuvieron la gentileza (y valentía) de invitar a mis churumbeles: me llevé a nada menos que treinta y uno, todos ellos en la flor de su pubertad.

Fue un auténtico delirio, del que todavía me río. Durante las dos semanas que precedieron al anuncio del feliz evento, me andaron taladrando el oído con preguntas y rogatorias: ¿habrá comida? ¿habrá pollo? ­¿habrá pizza? ¿podremos ir al McDonalds después de la fiesta? ¿cuántas rupias podremos gastarnos? ¿habrá chicas? ¿podremos pasar del uniforme? Diga que sí, señorita, por favor, por favor, por favor... y así, constantemente, a cualquier oportunidad que tuvieran de hablar conmigo ya sea en la clase, en los pasillos, en las escaleras, en los comedores, en la puerta de los servicios...

Por fin llegó el día tan esperado y algunas de las peticiones se vieron colmadas (me dieron un presupuesto de 200 rupias por niño para "ponernos las botas" en el McDonalds) y otras, no (el jefe de estudios fue bastante inflexible con lo del uniforme). Antes de subirnos al autobús, me los veo a todos en fila, ordenaditos según su curso, con sus enormes sonrisas y sus mochilas a cuestas. Les recuerdo que les han invitado a una fiesta, no a una clase, por lo que no van a necesitar sus libros y apuntes. Pero aquellos insisten en cargar con sus trastos, porque "están de exámenes" y no pueden "correr el riesgo de dejar sus libros" en clase, donde "podrían ser robados": esta explicación tan torera fue la que me dio Shreeyas, el delegado de clase. Y me lo dijo con esa sonrisa suya de complicidad que siempre me derrite... En fin, que poco duraron mis atisbos de negociación. En seguida subimos abordo con todo el cargamento de libros, cuadernos y compases: treinta y un niños, con intenciones más negras que sus mochilas.

En el autobús, en el que apenas cabíamos todos, me senté cerca de Shreeyas, que al igual que muchos de sus compañeros llevaba puesta la sudadera por encima del uniforme. Para llegar hasta el centro, íbamos a pasar unas dos horas metidos en atascos y el día nos había salido bien veraniego. 

"Shreeyas" - le digo - "anda y quítate esa sudadera, que me está entrando calor solo con mirarte".

"No, no, quite, quite, si así voy bien..."

Llevamos media hora en la carretera y el autobús se ha transformado en una incineradora. El niño parece un fósforo, de lo colorados que se le han puesto los mofletes. Insisto: "Pero hombre, ¿no estarías mejor sin esa sudadera? Si te estás asando vivo..."

"Que no, que no, que no es para tanto..." 

Le paso la mano por la frente empapada: "¿Que no es para tanto?" Me acerco un poquito más y le pregunto por bajines: "Pero a ver, ¿tú por qué estás tan empeñado en llevar sudadera, eh?"

Sus ojos orbitan hacia el techo (como diciendo, "pero qué pesada es la seño") y pronto vuelve la sonrisa cómplice: "es que si llevo la sudadera, en el McDonalds podré esconderme hamburguesas debajo...". 

Con que eso era. Hay que ver los sacrificios a los que son capaces de someterse voluntariamente unos niños de doce y trece años por saltarse las normas. Por lo menos, estos no fuman a escondidas (o eso creo).

"Anda, quítate la sudadera que de aquí a allá ya tendrás tiempo de volver a ponértela...".

Lástima que se me olvidó mi cámara y no pude sacar fotos de lo bien que se lo pasaron mis niños: en el centro se pusieron hasta arriba de fanta, coca-cola, papas, pizzas, pasta y hasta pastel de chocolate. Con tanta comida, me pareció imposible que aún pudiera quedarles sitio para hamburguesas (salvo que ese sitio sean los sobacos, bien sudaditos los dos, debajo del suéter), pero por lo visto es difícil alcanzar su límite. Nada más llegar al centro comercial, salieron todos disparados: unos al McDonalds, otros al KFC (incluso los "vegetarianos": anda que si sus padres los vieran...) y otros (incluido el bueno de Shreeyas) al súper, donde se podían hacer compras más estratégicas (las hamburguesas duran un día, pero las galletas y los fideos precocinados y deshidratados pueden aguantar hasta fin de curso, siempre que se pongan a salvo de depredadores).

Aunque no tenga fotos de la fiesta, os subo esta que pertenece a otro evento (el famoso "Annual Day", del que todavía tengo pendiente subir una entrada) y en la que podéis ver al que, sin planearlo, se ha convertido en el prota de este post. Este niño con cachetes de castor es el famoso Shreeyas.